Esta vez la charla en el Café de Luna trascendió desde los males comunes que aquejan a la sociedad, hasta las conductas sociales que, no obstante no ser castigadas por la ley, son degradantes a los valores sustantivos de la sociedad como tal. Así, se habló desde la proclividad al delito en sus manifestaciones más elementales y rutinarias, como el carterista, hasta ciertos modos de ser de los individuos en su proceso social para escalar a como dé lugar. Una y otra conductas son una manera de subvertir el orden ético y de contribuir por esa vía a la descomposición de la sociedad.
Es así como la conversación llegó al punto de quiebre sobre cómo uno de los determinadores del caos social e institucional es la mentira. "El que miente, roba", fue por siglos una sentencia inapelable, producto del enfoque ético y de la cultura de la prevención desarrollada por generaciones que el remolino del tiempo y del olvido se llevaron.
Con una severidad que hoy resulta incompatible con los parámetros de laxitud de la pedagogía moderna, así entendida la mentira era severamente castigada desde la más temprana edad. Porque, en efecto, mentir es defraudar la confianza, y por lo tanto constituye una conducta punible a la luz de la ética, de las costumbres sanas y de la ley.
http://es.wikipedia.org/wiki/Mentira
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sábado, 11 de diciembre de 2010
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